AL QUE VENCIERE... Por Fabiola Calderon, Líder de Mujeres de Gracia

AL QUE VENCIERE…

Muchos podemos estar de acuerdo que las cartas enviadas a las siete iglesias en Asia que vemos en Apocalipsis, pueden dar a entender que la salvación es condicional – es decir, que la salvación se puede perder si no cumplimos con las condiciones.  Veamos los detalles de cada carta enviada a las siete Iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia, y Laodicea. 

Notemos que cada carta tiene en común la frase: “Al que venciere…”. 

1.     Efesios:Al que venciere le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. 

2.     Esmirna: “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.”    

3.     Pérgamo: “Al que venciere le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”   

4.     Tiatira: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.            

5.      Sardis: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”                                   

6.     Filadelfia: “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”   

7.     Laodicea: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

De estos siete “al que venciere”, el que más se utiliza para promover que la salvación se puede perder, es el mensaje a Sardis, “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.”

Muchos piensan que esto implica que Dios puede borrar el nombre de alguna persona, del libro de la vida.  Al hacer dicha implicación, se cambia esta promesa de Dios a los cristianos, en una amenaza.  Pero estudiemos un poco de historia para hacer una buena y correcta interpretación acerca de esto.

 LIBRO DE LA VIDA vs. LIBRO DE LA VIDA

En la época de Juan (el amado, quien escribió el libro de Apocalipsis), los gobernantes tenían un registro de cada ciudadano de una ciudad.  Los nombres de las personas escritas en dicho libro, podían ser removidos únicamente por dos motivos: cuando morían o cuando cometían un delito grave.  En el Salmo 69:28 la expresión “Sean raídos del libro de los vivientes, y no sean escritos entre los justos” se refiere a este libro o registro donde se anotaba el nombre de cada persona, pero que eran borrados al morir o al cometer un delito grave.   Este libro/registro también se menciona en Éxodo 32:33: “al que pecare contra mí, a este rearé yo de mi libro”.  Pero estas dos referencias nada tienen que ver con el Libro de Vida que está en la gloria. 

El libro de la vida mencionado en Apocalipsis 3:5-6, no es el mismo libro de la vida terrenal que vemos en Éxodo 32:33 sino que es el libro mencionado en Fil. 4:3 y en Apocalipsis 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27, el cual es el libro que fue escrito desde antes de la fundación del mundo; es decir, el libro divino de la vida donde Dios escribió los nombres de todos lo que han de ser salvos.

¿QUIÉNES SON LOS QUE VENCERÁN HASTA EL FINAL?

La frase “Al que venciere”, inmediatamente  nos hace saber que se refiere a los verdaderos cristianos.  ¿Por qué verdaderos cristianos?   Si ponemos atención a todo el Nuevo Testamento, tanto Jesús como los apóstoles que escribieron el Nuevo Testamento, hacen mucho énfasis en los que son verdaderos cristianos y los que no lo son. 

Por ejemplo, Jesús en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30) dice: “Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla: pero recoged el trigo en mi granero.” 

Aquí el trigo representa a los verdaderos cristianos y la cizaña a los falsos.  La siega representa el juicio final, donde los falsos serán lanzados al lago de fuego y los ángeles recogerá a los verdaderos cristianos. 

Otro ejemplo lo da el apóstol Juan en 1 de Juan 2:19: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para se manifestase que no todos son de nosotros.” 

En este pasaje podemos ver que el verdadero hijo de Dios permanece hasta el final y todo aquel que no es un verdadero hijo de Dios, tarde o temprano se separa de su supuesto caminar con Dios y no regresa más a Dios porque nunca nacieó de nuevo. 

¿Quiénes son los falsos cristianos?  Muchos de ellos no saben que son falsos cristianos.  Creen que son hijos de Dios y lo creen por diferentes motivos.  Algunos repitieron la oración de fe sin arrepentirse, y el que dirigió esa oración le dijo que ahora era salvo. Lo engañó, le enseñó mal al decirle tal cosa ya que la Biblia no enseña esto.  La salvación es más que repetir una oración; la salvación implica entregar su vida a Cristo, cueste lo que cueste.  Otro motivo por el que creen que son hijos de Dios es porque nacieron dentro de un hogar cristiano, de padres cristianos, y piensan que automáticamente son hijos de Dios porque van regularmente a la iglesia, sirven, diezman, etc. Pero la salvación no se hereda, es un encuentro personal, individual con Cristo. 

Pero hay falsos cristianos que saben que son falsos cristianos.  Son los lobos rapaces, utilizados por Satanás para dañar al cuerpo de Cristo. 

 En la primera carta de Juan, desde el capitulo uno hasta el 2:17 se habla acerca de los verdaderos hijos de Dios. 

En el capítulo 2:18 Juan comienza a hablar del anticristo y de los falsos cristianos. 

En el capítulo 3 Juan se enfoca en decirnos de qué manera podemos darnos cuenta quién es genuino y quién no.  Por ejemplo, en 3:14 dice que el que no ama a su hermano aun está muerto, no ha nacido de nuevo.  Juan está diciéndonos a los creyentes que si  vemos a alguien en la congregación que no muestra amor para los demás miembros de la iglesia, es probable que no haya nacido de nuevo. 

 En ambos casos, el Nuevo Testamento nos advierte de dichos grupos de personas que dicen ser cristianos.  Los primeros falsos cristianos que vemos en la iglesia primitiva de Hechos son Ananías y Safira.  Se congregaban, eran personas reconocidas dentro de la iglesia, pero Dios saco a la luz su verdadera condición espiritual y murieron. 

¿QUIÉNES SON LOS VERDADEROS CRISTIANOS?

¿Cómo puedo saber yo si alguien es un verdadero cristiano?  Esta es una pregunta valida, y es la voluntad de Dios que estemos interesados en saber quiénes son genuinos y quiénes no.  Jesús mismo nos dijo en algunas ocasiones cómo podíamos saberlo (Mateo 7 y Lucas 6). Él nos dijo que por sus frutos lo podríamos conocer.  

Cuando una persona tiene un encuentro con Cristo, su ceguera espiritual es removida por Dios para mostrarle a Jesucristo, y la vida de esa persona cambia radicalmente.  Su corazón duro es transformado en un corazón sensible a la Palabra de Dios.  Y con el corazón sensible, esa persona siente un tremendo dolor al conocer por primera vez que es un vil pecador y que ha fallado miserablemente a Dios.  Esta persona entonces se arrepiente genuinamente y le pide perdón a Dios.  Dios le perdona, y para esa persona, ese perdón es lo más hermoso que le ha sucedido en su vida.  Y cuando esa persona aprende que no tan sólo Dios le perdonó sino que también le regaló la vida eterna, la salvación de su alma, se regocija aún más y su vida toma otro rumbo.  En su corazón ahora está el deseo de obedecer a Dios, de querer conocer más a Dios, de pasar tiempo con Dios, de agradar a Dios, de servirle, de adorarle y de entregar su vida completa a Él.  Ese es el fruto de un verdadero cristiano.  Es un fruto evidente a los demás.  Es la prueba que verdaderamente él o ella se convirtió al evangelio de Cristo Jesús. 

¿Cómo suceden estos deseos en nuestro corazón? La obra del Espíritu Santo es precisamente lo antes mencionado.  Él nos hace desear estar en comunión con Dios, nos hace desear la Palabra de Dios, nos da el poder para vencer toda tentación de pecado, nos ilumina la revelación de Dios en Su Palabra. 

El verdadero creyente, el verdadero discípulo de Jesús es el que vence hasta el final.  Aquel en cuyo interior mora el Espíritu de Dios.  Una de las bendiciones espirituales que obtenemos al estar en Cristo Jesús es que Dios nos hace más que vencedores.  1 Juan 5:4-5: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”

“El que venciere” somos nosotros, los verdaderos creyentes.  ¿Pero cómo puedo saber si soy un verdadero creyente?  Comparemos nuestra vida con los siguientes pasajes:

·       1 Juan 5:18. “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.”

·       1 Juan 3:9. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” 

·       1 Juan 3:14. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.  El que no ama a su hermano, permanece en muerte. “

·       1 Juan 4:15. “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. “

Quizás te preguntarás, “¿como dejo de practicar el pecado cuando el pecado mora en mi carne?”  Todos somos pecadores, aun los hijos de Dios.  La diferencia está en que los hijos de Dios tienen todas las herramientas divinas para vencer el pecado… el Espíritu Santo y Su fruto.  Aunque el pecado more en nuestra carne, gracias al Espíritu Santo y a la Palabra de Dios que nos iluminan, podemos hacer morir el pecado que nos asedia.  El verdadero cristiano se esfuerza diariamente en esta tarea.  No para mantenerse salvo, sino para glorificar a Dios en toda su manera de vivir. 

El vencer hasta el final es la muestra y la prueba final de que verdadera y genuinamente uno es cristiano.  Esto es el trigo que menciona nuestro Maestro en Su parábola.  Por lo tanto, tomando todo el Nuevo Testamento en consideración, vemos que la salvación no se pierde.  Enseguida, algunos pasajes que apoyan esta doctrina:

Juan 3:16. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna.”  El que cree en Jesús, no se puede perder… de esto se encarga el Espíritu Santo. 

Juan 10:27. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”  La vida eterna es precisamente eso… vida eterna.  No es temporal, ni tiene condiciones; es para siempre una vez que se nos da.  Y Dios promete encargarse de que jamás perezcamos. 

Romanos 8:1. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”  Para los verdaderos hijos de Dios no hay amenazas de condenación. 

Efesios 1:13-14.  “En el también vosotros, habiendo oído la  palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”  El sello del Espíritu Santo representa autenticidad - que verdaderamente somos Hijos de Dios, y autoridad – Dios, siendo la suprema autoridad sobre toda cosa creada nos ha apartado para Sí y nadie puede cambiar ese veredicto. Y nos ha sellado hasta la redención de la posesión adquirida.  Nosotros somos la posesión adquirida.  Adquirida por la sangre de Cristo.  Y no para gloria nuestra, sino para la gloria de Dios.   

Juan 10:28-29. “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatara de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” Esta es una promesa de Dios para todos sus hijos.   

Juan 6:37. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” Todo aquel que viene verdaderamente arrepentido ante Dios no es rechazado ni es dejado afuera. 

¿POR QUÉ NOS SALVÓ DIOS?

Es importante entender que la salvación de nuestras almas no es principalmente para nuestro beneficio. Somos beneficiados como resultado de la obra de Cristo Jesús cuando murió en la cruz del Calvario, en lugar nuestro. De esta manera fuimos salvos para la gloria de Dios.  Dios Padre, quiere entregarle un regalo a Dios Hijo.  Ese regalo es una novia llamada Iglesia.  Dios formó a la iglesia con verdaderos creyentes desde antes de la fundación del mundo para dársela a Su amado Hijo.  La salvación no se trata de nosotros, se trata de Dios.  No tenemos parte alguna en nuestra salvación. 

Dios nos escogió a nosotros (nosotros no lo escogimos a Él). Dios nos dio fe para creer en el evangelio (no creímos por nuestra cuenta).  El Espíritu Santo nos santifica hasta el final (nosotros no podemos vencer hasta el final pues somos pecadores).  2 Cor 11:2, Ef 1:4, Jn 15:16, Ef 2:8, 2 Cor 3:18, Heb 10:14,

¿SALVACIÓN POR OBRAS O POR GRACIA?

Si tú crees que la salvación es por fe; que la salvación es por gracia (o sea, un regalo no merecido), entonces no es posible creer que la salvación se pierda.  Porque si se perdiera, se perdería por “portarnos mal”.  Es decir, vivimos en pecado, hacemos malas obras, por lo tanto Dios nos quita la salvación.  Pero esto contradice la doctrina por medio de la cual creemos que la salvación no es por obras.  No hay nada que podamos hacer para obtener la salvación y no hay nada que podamos hacer para mantenerla.  Somos pecadores…sí, hijos de Dios, pero pecadores.  Para nosotros es imposible mantenernos por nosotros mismos dentro del cuerpo de Cristo, por eso Dios nos dejó al Consolador/Ayudador, a Su Santo Espíritu, para garantizar nuestra posición ante Dios.  ¡Gloria a Dios!  

La pregunta común que hacen los que creen que la salvación se pierde es la siguiente: “Entonces, si no puedo perder la salvación, ¿me da luz verde para vivir como yo quiera, aunque esto vaya en contra de la Palabra de Dios?  Por supuesto que no.  Pablo en Romanos 6 nos explica que ya no vivimos bajo la ley (obras) sino bajo la gracia; pero esto no implica que ahora podemos pecar deliberadamente.  Un verdadero creyente en cuyo interior mora el Espíritu de Dios entiende esta verdad y vive para glorificar a Dios. 

Surgen muchas preguntas que la Biblia no contesta respecto a que si la salvación se puede perder.

·       ¿A partir de cuándo se pierde?

·       ¿Existe algún límite/máximo de pecados para perder la salvación?

·       ¿Cuales pecados son los que me hacen perder la salvación?

·       ¿Cómo puedo volver a ser salvo?

·       Cuando pierdo la salvación, ¿el Espíritu Santo sale de mi ser?

·       ¿Cómo explico los pasajes que indican que la salvación no se pierde?

¿ACASO IMPORTA SI LA SALVACIÓN SE PIERDE O NO?

Muchos llegan a la conclusión que este tema no es importante.  Estas personas piensan que lo más importante es que seamos verdaderos hijos de Dios y punto.  Sin embargo, Dios nos hace saber a través de Su Palabra que este tema sí es importante y que nuestro caminar con Dios depende en la sana doctrina.  Enseguida algunos motivos por qué es vital que entendamos la verdad acerca de la salvación que Dios nos ha regalado:

1.     Cuando el Espíritu Santo nos ilumina y nos convence que nuestra eternidad está segura en Sus manos, nuestro concepto de Dios cambia radicalmente.  Es importante tener el concepto Bíblico correcto de cómo es nuestro Dios.  No entender bien cómo es nuestro Dios, afecta nuestra adoración a Él y nuestra conversación con Él.  Es vital conocer cómo es el Dios de nuestra vida. 

2.     Cuando somos convencidos de que nuestra eternidad descansa en la gracia de Dios, se nos quita el gran peso de encima que cargábamos al pensar que cada vez que pecamos perdemos nuestra salvación.  La creencia de la seguridad de nuestra salvación nos da una verdadera paz.  Es necesario entender que nuestra obediencia a Dios debe ser por cuestiones de Su gloria y no por cuestiones de nuestra salvación.  No se trata de nosotros, se trata de Dios. 

3.     Y el motivo primordial que hace que este tema sea vital, es el hecho de que al creer que nuestra salvación se pierde va en contra de la Palabra de Dios.  Fuimos llamados a toda verdad y no debemos conformarnos con nada menos. 

CONCLUSIÓN

El Espíritu Santo es quien nos convence de toda verdad.  Oremos a Dios pidiendo sabiduría. Si algo debemos pedir, que sea sabiduría, (Santiago 1:5) para que al estudiar la Palabra de Dios, lo cual es nuestra responsabilidad como creyentes, Dios nos muestre y nos enseñe las verdades profundas escritas en Su Palabra. ¡Amén!  

Fabiola Calderon
Mujeres de Gracia, Iglesia Visión de Gracia.